La contaminación es un grave problema para todos los países del mundo.
El rápido crecimiento urbano e industrial ha ocasionado enormes desechos
residuales potencialmente nocivos que han sido vertidos y diluidos en la
atmósfera, en el agua o en los suelos, esperando que se biodegradasen
naturalmente. Como el carácter depurador del medio natural es limitado, el
resultado ha sido que la contaminación ha afectado a la salud de muchas
personas, ha producido daños generalizados en la vegetación, en la fauna o en
el medio ambiente.
Durante buena parte del siglo XX, la contaminación fue percibida por la
población como un problema específico de humos, hollín o anhídrido sulfuroso
que eran los residuos de las calefacciones domésticas, plantas industriales o
de energía. El gigantesco impacto que produjo el desarrollo de los derivados
del petróleo, especialmente los vehículos de gasolina, introdujo toda una serie
de contaminantes nuevos. También el crecimiento de la industria, y en
particular de la química, ha generado muchas nuevas sustancias químicas
tóxicas. El desarrollo de la energía nuclear y las pruebas de armamento atómico
han mostrado la radiación ionizante como un importante contaminante.
Sobre 1960, los contaminantes solo eran considerados como un problema
local, de proximidad, debido a fuentes de emisión de contaminación concretas,
localizadas. Graves y cortos episodios de contaminación producidos por
especiales condiciones atmosféricas en zonas urbanas o por escapes accidentales
de algún contaminante ocasionaron leyes y acciones dirigidas a contrarrestar la
contaminación local.
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